Desde este lado del Ecuador va terminando enero y a medida que van avanzando los días de verano ya la luz del día no se extiende tanto, comienza a anochecer antes, pasará febrero, llegará marzo, con él el otoño, los días serán aún mas cortos y comenzarán a caer las hojas de los árboles. Todo lentamente se irá preparando para el invierno, las noches serán muy largas, nos costará salir de la cama hasta que cuando menos nos demos cuenta llegará septiembre, con él los árboles desnudos se vestirán de verde, los jardines se llenarán de flores y sin apenas percibirlo nuevamente los días se alargarán, el calor nos invitará a salir y comenzará de nuevo otro año…
Para las fiestas, mientras conversaba con Anna por whatsapp, ella en Barcelona pasando la navidad con su familia y preparándose para volver a la nieve de Estocolmo, el nuevo lugar donde ella vive, y yo en mi casa en Mar del Plata tratando de refrescarme en una tarde de sol de verano reflexionábamos de lo que en gran medida nos ayuda (sin darnos cuenta) el vivir en lugares donde el clima marca claramente las diferentes estaciones. Nuestros cuerpos y mentes dependen de los ciclos de la naturaleza tanto o más que los animales o las plantas. La naturaleza es una máquina perfecta y nosotros, como dice Elia, de a poco nos hemos ido domesticando y tratamos de contradecirla. Así nuestro cuerpo comienza a darnos señales, dolores, enfermedades, nuestra mente comienza a desestabilizarse, comienzan los temores, las fobias, los pánicos y no hay terapia que nos saque adelante…¿que es lo que pasa? ¿que nos está pasando?
A medida que he ido creciendo en años y en experiencias, a medida que he vivido tanto aciertos como errores me he dado cuenta que la mayoría de los humanos está empecinada en ir contra la naturaleza. La vida de las grandes ciudades, el tener todo al alcance de la mano, la inmediatez de la tecnología y las comunicaciones nos han ido de a poco conduciendo a perder el horizonte. Los resultados, miles de terapias, millones de remedios para sanar el cuerpo, para aquietar las ansiedades, para aplacar las palpitaciones, gente que llora mucho más de lo que ríe, gente que no puede llorar (aunque lo necesite), gente que no sabe lo que siente, gente que no sabe lo que quiere y el eterno inconformismo. Todo debe ser ya y ahora, sino pareciera que nunca será!
Cuando era chica comía duraznos y ciruelas en verano, los mejores tomates eran de la misma época, no pasaba por nuestra mente chorrearse con el jugo de una de esas frutas en el mes de julio, sin embargo desde que los “grandes negocios” nos generaron la necesidad, sin darnos cuenta, de que los tomates son de todo el año lo mismo que una sandía, algo cambió, nos cambió…por ese durazno en julio pagamos mucho más de lo que vale, y además como fue criado en un invernáculo o mantenido en freezers ni se parece al recién cortado de la planta y madurado al sol. Nos crearon y nos creamos la necesidad de consumir más, más caro, de peor calidad y fuera de tiempo. O mejor dicho, todo el tiempo. Para eso no hay otra posibilidad que trabajar más para poder tener el dinero para cubrir nuestras necesidades, esas necesidades que no pueden esperar ni 2 meses para ser satisfechas. Tengo que comer duraznos en julio, no puedo esperar como lo hacía cuando era niña…en el peor de los casos no tendré el dinero y me siento una infeliz porque mi amiga o mi vecina sí lo pueden comprar…y así vamos por la vida. Insatisfechos, vacíos, esperando, siempre esperando…
Mi reflexión comenzó hablando del paso de los días y las estaciones del año, bueno, soy una convencida que si volviéramos a alinearnos con la naturaleza, con sus ciclos y procesos lograríamos el equilibrio. Seríamos felices. Si entendiéramos que disfrutar del invierno, aún con su frío, sus días cortos, sus cielos grises, para estar más en casa, con la familia, con amigos, con quienes queremos, para disfrutar del encuentro alrededor de la mesa, para leer envuelto en una manta, para prender más velas, para estar en silencio, para mirar hacia adentro, para mirarnos…si así lo viviéramos nos sorprendería mucho más la irrupción de los colores de la primavera, del aire cálido, nuestro cuerpo se prepararía para el sol del verano, para la fiesta, el bullicio, las salidas hasta cualquier hora. Pero si el verano fuera eterno ¿nuestro cuerpo podría vivir en un eterna fiesta? Yo creo que no…que la naturaleza es sabia y por eso vuelve el otoño y llega un nuevo invierno para “refugiarnos” nuevamente y volver a “mirarnos”. En lo personal hace ya un tiempo que lo he hecho consciente y lo llevo a cabo en mi vida, en mi día a día. He ido cambiando mis hábitos de consumo, hace tiempo que estoy en la búsqueda de volver a la naturaleza, de disfrutar de lo simple, de lo cotidiano. Todos podemos ser más conscientes, todos tenemos la capacidad de generar el cambio siempre, queremos invitarlos a reflexionarlo.
Esto que surgió de la charla que tuve con Anna y que quería compartirles está alineada con un nuevo proyecto que está planeando Nati y que tiene que ver con el disfrute de lo “cotidiano” según pasan los días del año y que lo iremos compartiendo a lo largo de cada mes. Pequeñas reflexiones ilustradas que ella nos regalará en el blog. Porque Puentestudio es crear, inspirar, compartir, eso es lo que nos mueve, eso es lo que nos motiva.
Que tengan un hermoso comienzo de semana! A disfrutarla, con sol, con lluvia, con frío, con nubes…:)
Las fotos de este post (excepto la portada) pertenecen al IG de Anna [ Drimvic. ]